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Los libros de... David Cronenberg

De cuerpos abyectos

David Cronenberg (Toronto, 15 de Marzo de 1943), cineasta de lo siniestro y lo perturbador, ha ido construyendo con los años una sólida filmografía que gira, recurrentemente, entorno a unas mismas obesisones y fobias. La enfermedad, la transformación, la carne, la tecnología y lo inmoral construyen su abyecto universo y un escenario donde desarrollar su narrativa.
Videodrome, su aclamada película de 1983, inició el llamado movimiento de la Nueva Carne, que presenta un cuerpo sin órganos, presionado por mentes que lo controlan todo y que se convierte en uno de los signos de la modernidad iconográfica (tiene su equivalente en las fotografías de H.R. Giger y en las viñetas de Charles Burns). Este cuerpo mutante, presente en casi toda la filmografía de Cronenberg, es un cuerpo enfermo y putrefacto, evolutivo, casi animal, casi máquina: abandonado en una zona limítrofe donde pierde su propia humanidad. Lo volveríamos a ver en el famoso remake de La mosca (1986), en El almuerzo desnudo (1991), adaptación de la novela homónima de William S. Burroughs, y en Crash (1996), fantástica adaptación de una novela de J. G. Ballard. En sus últimos films (Una historia de violencia, y Promesas del este) la materialidad de este cuerpo parece perder vigencia, aunque Cronenberg continúa situándonos en terrenos limítrofes de evolución constante donde nos sentimos desorientados, en estos casos de incumbencia moral y psicológica. Su próximo estreno, adaptación de la obra de teatro The talking cure de Chrsitopher Hampton (que nos describe la turbulenta relación de Jung y Freud), o los rumores de rodaje de Cosmópolis de Delillo, reafirman los pasos del director hacia terrenos más contenidos y psicoanalíticos.
Resulta muy sencillo encontrar el equivalente literario a la obra del cineasta, no sólo por sus numerosas adaptaciones, sinó también porque hay una influencia directa. Tal como él mismo confiesa: "Siempre escribí. No recuerdo un solo momento en que no lo hiciera. Sentía la influencia de todos mis referentes cuando escribía, y era difícil librarse de ellos, pero me sentí completamente libre cuando empezé a hacer películas, porque no había equivalentes en el mundo del cine a esos escritores".