Dentro del esmoquin, pero el esmoquin de Dreyer. Desde allí parece reírse de todo... De todos y de todo. Lars Von Trier es el "enfant terrible" del cine europeo. Es un cineasta moderno después de la modernidad. Pero no es posmoderno. Es un clásico animado, como excitado y desgarrado. Y por supuesto un cinéfilo... Uno de aquellos "amateurs" de los de antes, fetichista hasta los dientes. Radical, experimental y un tanto soberbio. Justa y merecidamente soberbio. Por muchas apreciaciones que podamos hacer a propósito de su cine, inútiles algunas y contradictorias otras tantas, el cineasta escandinavo siempre dejará puertas y ventanas abiertas por donde asomarse en busca de alguna explicación satisfactoria entorno a su empresa. Lars Von Trier no engaña, ni asusta ni debe asustar. Negarse a reconocerlo, a reconocer su valor, sería engañarse. Seria renunciar a subirse a la montaña rusa que propone en cada film. Para los agnósticos y escépticos, y para los que todavía están en Neverland, un cambio de atracción no sería mala idea... Algunos lo han probado y hasta lo digieren con alegría: aquí siguen algunos ejemplos.