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La filosofía posmoderna tiene aspectos repugnantes

Martín López-Vega entrevista a Mircea Cărtărescu

20.07.2014
Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) es una de las figuras centrales de la literatura europea de su generación. En España, Seix Barral publicó en los noventa El sueño; Funambulista lo recuperó con Por qué nos gustan las mujeres y Cegador e Impedimenta ha seguido publicando lo fundamental de su obra, y acaba de hacer llegar a las librerías Nostalgia, una colección de relatos que es una de sus obras esenciales. Mientras esperamos a poder leer la selección de su poesía que Bartleby publicará próximamente, charlamos con él sobre su obra y su contexto.

El título de Nostalgia, tu colección de relatos, es muy irónico, pues tu escritura no es nada nostálgica, sino más bien un intento de comprensión de los personajes. ¿Intentas entender a aquellos a quienes nadie parece entender?

Lo cierto es que únicamente trato de entenderme a mí mismo, con la esperanza de que de ese modo llegaré a comprender el enigma total de la existencia. Pero en cualquier caso, mi título no es tan irónico como podría parecer: creo que la nostalgia es el sentimiento central de nuestra época, y que define lo que Thomas Pynchon llamó una vez «la era posirónica» en la cultura. La nostalgia por el pasado (por el pasado personal y por el cultural) sustituye en la mente moderna al acercamiento hermenéutico a las obras de arte. Ahora tendemos a mirar un poema antiguo o una vieja obra de arte no con recelo, sino con simpatía y calor humano. Para mí, como para Proust, la recuperación y el reciclado de la memoria del pasado, es lo esencial del arte.  La diferencia es que Proust revisita un pasado real, mientras que yo me invento casi todo.

Tus relatos siempre abren un camino hacia lo más improbable; cuando hacia el final un cierto desenlace parece inevitable, el azar encuentra su camino. ¿Piensas que lo que te separa de las novelas clásicas es que evitas cualquier clase de determinismo?

El determinismo, de hecho, no es solo un concepto de la novela clásica, sino también de la física clásica, pero la teoría cuántica demuestra que no existe nada parecido al determinismo: recorremos un sendero de probabilidades. El primer relato de mi libro juega con el concepto de la probabilidad, intentando llegar al punto en que todas las probabilidades son aniquiladas y el protagonista encuentra el Absoluto (que es la obra de arte, como en la «Oda a una urna griega» de Keats).

¿La vida es demasiado irónica como para ser determinista?

No, la vida es como es, un dibujo demasiado grande y demasiado cercano a nosotros como para que podamos verlo en toda su complejidad.  La ironía introduce algo de relatividad en la vida. Mi poesía era bastante irónica en los ochenta, pero desde entonces he ido tomándome mi vida cada vez más en serio. El posmodernismo, por ejemplo, ya no me satisface en absoluto. Ahora tiendo a dejar de lado todo cuanto no contribuya a elaborar un gran autorretrato. Dado que no tengo fortuna personal ni pertenencias, de ese modo tendré algo que dejar a mis herederos…

A menudo, pensando en tus personajes, recuerdo poemas de Marin Sorescu. Veo un cierto parecido en la mirada sobre las cosas y las personas, una especie de ironía compasiva.  ¿Cuál es tu relación con la tradición rumana?

Bueno, tengo una buena relación con la tradición rumana, pero tengo otra todavía mejor con la tradición europea. Me considero a mí mismo como un escritor europeo antes que como un autor nacional. Creo que la cultura europea es un sistema, no una pila de libros y otras obras de arte. Debes entender esto antes de comenzar a escribir. Entonces tendrás la oportunidad de alzarte en la cima de ese sistema como sobre los hombros de un gigante.  Lo mejor de la literatura rumana entendió esto, y su acercamiento a sus asuntos es moderno, experimental y vanguardista.

En Levantul construiste una especie de Historia de la Literatura Rumana mediante el pastiche.  ¿De qué manera te ayudó esto a encontrar tu propia voz?

Levantul es mi única «obra maestra» aceptada como tal por todo el mundo en mi país. Aparece citada en los libros de texto y mucha gente se sabe fragmentos de memoria. No es una novela, sino un poema épico de siete mil versos, una historia que utiliza el lenguaje de la poesía decimonónica, escrita de un modo paródico, irónico, pero también con islas puramente visionarias. Siempre me ha frustrado el hecho de que nunca se haya traducido a otro idioma. Ahora intento arreglarlo «traduciendo» mi poema a prosa. Así que tal vez se pueda leer en español en el futuro, aunque sin el especial encanto de la poesía… Eres también un teórico del posmodernismo. Cierto, escribí un libro sobre el posmodernismo y cuando era joven fui uno de los escritores que militaron en esa tendencia tan interesante.  Ahora soy más cauto al tratar sobre ello, porque la filosofía posmoderna tiene algunos aspectos repugnantes: una exagerada relativización de todo que disuelve el mundo y el ego, una desconfianza en los valores morales y artísticos, etcétera. Pero como práctica resulta brillante en la obra de muchos escritores modernos, desde Borges y Nabokov a Pynchon o Rushdie. En cuanto a la tradición, los escritores posmodernos la redescubrieron, la revisitan todo el tiempo. Construyen sus obras reciclando, reacondicionando las viejas técnicas, asuntos o motivos del arte tradicional.

Has publicado también algunos volúmenes de tu diario. ¿De qué modo tu experiencia influye en tu escritura de ficción?

Escribo un diario desde que tenía diecisiete años, de modo que tengo miles y miles de páginas manuscritas. He publicado tres volúmenes en Rumanía y han comenzado a ser traducidos: el primero de ellos se publicó en sueco con bastante éxito. Mi diario es una de mis obras fundamentales, es como un árbol del que surgen las ramas que son mis otros libros. Como en el caso de Kafka, todo empieza en mi diario, desde mis poemas a mis relatos o mis novelas, todo. Mi diario refleja mi vida interior, con todos sus tropismos, mejor que cualquier otro de mis libros.

¿Podrías decirme cinco autores que hayan sido fundamentales en tu formación como escritor?

¿Y por qué solo cinco? Cincuenta o quinientos serían cifras más apropiadas, dado que pienso que todos los autores que he leído con gusto me han influido de un modo u otro. Pero juguemos, intentaré quedarme con solo cinco… Digamos… Dostoievski, Kafka, Sábato, García Márquez, Pynchon.

Escribes sobre la decadencia de la Rumanía poscomunista y el ocaso de los intelectuales.  ¿Crees que es algo que está ocurriendo en todas partes? Y, en el caso rumano, ¿piensas, como Slavoj Žižek cuando habla acerca de otros países excomunistas, que el país ha sido engañado, que este no es el cambio que la gente esperaba?

Es complicado vivir en libertad, casi tan complicado como vivir en una dictadura. Es duro vivir en cualquier lado y bajo cualquier régimen, porque la vida es dura. Esta es la lección que los rumanos han tenido que aprender en su propia piel. Durante el comunismo, se construyeron un mito del mundo libre como un mundo sin problemas, en el que podías vivir bien sin ninguna clase de esfuerzo. Tras la revolución de 1989 se vieron en un mundo muy diferente del mito que se habían construido.  Un terrible capitalismo salvaje les ha hecho víctimas de la corrupción generalizada y de la manipulación política. La pobreza del comunismo se había olvidado, de modo que la gente ha sentido esta nueva pobreza como tan dura al menos de soportar y, encima, ahora no tienen un mito en el que creer.
¿Qué opinas de lo que está ocurriendo con la Unión Europea? ¿Ha desaparecido el sueño de una Europa realmente unida?

Bueno, los rumanos aún creen en la Unión Europea, no pueden afrontar convertirse en euroescépticos. Nuestra única alternativa siempre ha sido Rusia. Por lo que a mí respecta, espero que la crisis (no solo la económica, sino también la de la cultura y la de los valores humanos) pase y la Europa unida sobreviva, pues la unión es su única oportunidad.

Tal vez sea mejor acabar hablando de literatura… ¿Qué tal citando un par de versos de tu poema favorito?

Shall I compare thee to a summer’s day?
Thou art more lovely and more temperate…

Martín López-Vega
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