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Jaume Vallcorba

In memoriam

23.08.2014
En el anagrama de su editorial, al pie de la imagen de un delfín girando sobre un áncora, Aldo Manuzio añadió la frase latina “Festina lente”. Palabras que suelen traducirse como “apresúrate lentamente” y que equivaldrían a decir algo así como: “camina lentamente si quieres alcanzar más pronto un objetivo bien logrado”.  Tal vez con estas palabras Manuzio quiso aludir al complejo equilibrio entre pasión y exigencia, entre ambición controlada e implacable perfeccionismo, que exige la edición de libros cuando es entendida como un arte.

En este sentido, Jaume Vallcorba fue, ante todo, un gran editor “aldino”.    

Para comprender la manera de entender el oficio de editor de Vallcorba y otros editores "aldinos", nada mejor que acudir a un texto seminal e imprescindible de Roberto Calasso, L’editoria como genere letterario -publicado por Quaderns Crema en 2007 e incluido en la selección de artículos La Marca del editor que Anagrama publicará este otoño-; Calasso, director de la prestigiosa editorial Adelphi, con quien Vallcorba mantuvo una cercana amistad y compartió proyectos durante la última década, nos dice que el criterio que permite juzgar la edición como un arte es la forma, es decir, “la capacidad de dar forma a una pluralidad de libros como si fueran los capítulos de un único libro”; la capacidad para construir un catálogo en el que cada uno de los libros publicados sea percibido como el eslabón de una cadena, como segmentos de una serpiente o capítulos de un mismo libro. Pero la forma no sólo tiene que ver con la selección de los títulos publicados y la decisión sobre los descartados, sino también con la secuencia, el orden en el que se publican, los textos que les acompañan así como con todos los elementos gráficos y materiales que les rodean: la colección, la portada, las ilustraciones, la tipografía, la caja, el papel, las fajas publicitarias, también la manera en cómo se ofrecen y llegan a las librerías. Lo expuso el propio Vallcorba en las bellas palabras leídas durante la clausura del último máster de edición de la UPF, cuando habla de la forma del libro entendida como un “marco”: “el marco es una parte sustancial del paisaje… da forma a lo que, antes de verse arropado por él, era algo inasible por inmenso. El marco dirige nuestra mirada hacia su interior: subraya, acentúa, estructura. Elimina todo lo superfluo y profundiza en lo esencial, dándole relieve y contorno”.

Pocos editores han logrado un equilibrio tan coherente entre forma y contenido. La trayectoria editorial de Vallcorba comprende dos etapas claramente diferenciadas: la edición en catalán en Quaderns Crema y la edición en castellano El Acantilado.

Les edicions dels Quaderns Crema han sido un proyecto absolutamente insólito en el panorama editorial en catalán. Libros que destacan, ante todo, por una precisión estilística única: la calidad de su composición, el uso de tipografías de corte italiano clásico (Garamond, Bodoni), el papel óptimo, la elegancia de sus portadas, fondo blanco con algunas ilustraciones comedidas y elegantes, la marcada filiación con los grandes editores literarios europeos (Einaudi, NRF, Mercure de France), todas ellas unas pautas de las que Vallcorba era directamente responsable y de las que se ocupaba con tanto celo como de las correcciones y los textos mismos; resultan tan nítidas y singulares que permiten a los lectores identificar cualquier título de la editorial con un simple golpe de visa a las mesas de las librerías. Cuando uno lee hoy la presentación que el propio Vallcorba hace de su proyecto editorial en catalán no puede evitar sentir una profunda nostalgia: ediciones cuidadas de los clásicos (las poesías de Ausiàs March fue su primer libro) y los poetas consagrados, los estudios filológicos y traducciones notables de poetas europeos; además, simultáneamente, buscando las voces más jóvenes. Algunas de sus colecciones, como la obra de Eugeni D’Ors, las ediciones bilingües de Hölderlin o la serie “Album de” (Ferrater, Galmés, entre otros) serían hoy del todo impensables. Durante los últimos años Vallcorba, desengañado por la pobre acogida de muchas de sus ediciones en catalán, había decidido reducir notablemente la actividad de Quaderns Crema, limitándose a publicar las nuevas obras de los autores que siempre le han sido fieles (Pàmies, Monzó, Serés), las notabilísimas recuperaciones de autores catalanes extraordinarios y olvidados (Toldrà, Castellví, Xammar) y algunas traducciones en paralelo a las ediciones en castellano. Contemplamos su catálogo y nos preguntamos qué sería aquello que se rompió durante las décadas pasadas en nuestro medio cultural para que un proyecto tan excelso como el suyo no pudiera mantener su impulso inicial. Jaume tenía sus propias hipótesis al respecto y solía expresarlas con vehemencia. En cualquier caso, y más allá de las loas que seguramente escucharemos estos días, la sensación es de que hemos desperdiciado una oportunidad excepcional: que las “Les edicions dels Quaderns Crema” fuese un eje, un posible hilo conductor de la vida cultural catalana de las últimas décadas, como Einaudi lo fue de la cultura italiana en los años cincuenta y sesenta, Suhrkamp en la alemana de los setenda, Minuit en la francesa de los sesenta y setenta, Barral, Anagrama y Tusquets en la barcelonesa de los sesenta a los noventa.

Ya en los inicios de la andadura de El Acantilado, en 1999, destacó un libro imposible: Hypnerotomachia Poliphili o El Sueño de Polífilo de Francesco Colonna. Publicado originalmente por Aldo Manuzio en Venezia 1502, se trata de un texto extraño que ya en su época se consideró prácticamente ilegible; no obstante, por su composición y su tipografía, por su articulación de texto e imagen, ocupa el lugar indiscutido piedra fundacional de la edición moderna. Publicarlo en El Acantilado fue toda una declaración de intenciones: se inauguró así un catálogo en el que se sucedieron autores del siglo XX redescubiertos (Zweig, Roth, Kertész), clásicos presentados de manera casi perfecta (Montaigne, Boswell, Chateaubriand), autores contemporáneos poco conocidos, muchos de ellos de Europa Central y del Este (Zagajeswki, Adrujovich), todos ellos siempre enmarcados en una forma editorial excelsa, acompañados siempre por ese tuffatore que protagoniza en exclusiva la marca editorial, en sí mismo toda una declaracion de principios humanistas. De esta manera, poco a poco, Jaume Vallcorba logró ganarse la confianza plena de muchísimos lectores. ¿Cuántas veces no hemos descubierto entre sus libros una obra que ha tenido un fuerte impacto sobre nosotros y que comenzamos a leer, aún sin nada saber de ella y su autor, simplemente porque estaba publicado por El Acantilado?  

Tal vez la perspectiva que otorgue el tiempo nos permita valorar el alcance del proyecto editorial de Vallcorba, lo titánico de su empresa en un momento crepuscular para la cultura como es el nuestro; pertenece al escaso puñado de editores independientes que han logrado mantenerse íntegros en un contexto tan adverso; lo dicho es literal: pueden contarse con los dedos los proyectos editoriales que están a su altura; y no sólo en Europa: en el mundo a secas. Quizás sea a partir de ahora cuando comencemos a apreciar la grandeza de su legado. Para muchos editores jóvenes ha sido un modelo a emular; Vallcorba ha creado escuela: que hoy en Catalunya y en el mundo hispánico, proliferan nuevos proyectos deditoriales que siguen su estela, y esa es la mejor noticia para los lectores, por no decir la única buena notica de los últimos años. Para los libreros ha sido fundamental: ningún librero sensible puede hoy imaginar su trabajo sin los libros de Quaderns Crema y El Acantilado; como tambien ocurre con libros de Anagrama o de algunos de los nuevos editores, sus libros nos ofrecen la palpable demostración de un axioma que es piedra angular en nuestro trabajo: es posible lograr un número digno de ventas sin necesidad de renunciar a la calidad o, dicho de otro modo, más vale un buen libro que permanece que muchas novedades de efímera alegría. Los mejores autores de su catálogo, aunque hayan podido cambiar de editorial en años recientes, estoy seguro que hoy pueden decir con orgullo: "fui publicado por Vallcorba". Y para muchos de sus lectores, encontrar sus novedades ha sido como recibir periódicamente los regalos de un benefactor lejano; unos regalos que esperábamos con anhelo y emoción, sabedores de que podríamos estar muy cerca de lo que siempre espera un buen lector: un libro que le conmueva.


 
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